Elecciones locales, regionales y al Parlamento europeo: una pírrica victoria del PSOE (I)
Cuatro semanas después de las elecciones generales (Congreso de los Diputados y Senado) donde venció el PSOE, se celebraron unas elecciones al Parlamento Europeo, otras locales y, en algunos sitios, autonómicas (en doce de las comunidades autónomas).
Hace cuatro años, en las últimas locales (y en 13 comunidades) la victoria pírrica fue del PP, que vio como algunas plazas se le escapaban de las manos por pactos, según ellos, de perdedores. Ahora, consiguiendo el segundo lugar en esas mismas plazas, se proclaman los vencedores puesto que tienen todas las papeletas para gobernar.
La situación aún no está cerrada, en esta y las siguientes notas (serán varias) abordaremos distintos elementos de los resultados con algunas notas sobre los mismos.
Unas consideraciones previas
Antes de seguir voy a comenzar con una reflexión personal sobre el tema de la legislación electoral: hay dos formas de afrontar lo que es la configuración del sistema político, en concreto, del sistema electoral y todo lo que ello implica. Una de esas posiciones es ver qué, ideológicamente, cuadra más con la manera de pensar de uno y, el otro, es ver cuál favorece a las propias preferencias electorales (partidistas). Creo firmemente que, en este ámbito, es uno en que los partidos se retratan más: ¿están configurando o defendiendo un sistema electoral porque creen que es lo mejor (dentro de lo posible) o lo hacen porque les beneficia? El partido que hasta este año era un firme defensor de algunos de los elementos del sistema electoral español ahora reniega duramente del mismo, y es que pasa de ser el principal beneficiario a, bueno, estar como el resto gracias a la fragmentación del voto (que ahora sí le toca y antes no, o, al menos, no tanto como ahora).
Un partido que hasta hace cuatro días presentaba iniciativas para que la candidatura más votada a nivel municipal sea, necesariamente, la que gobierne, ahora anda haciendo cabriolas con la calculadora en mano para que, con el segundo lugar, poder formar gobierno. El mismo partido que hasta ayer renegaba de cualquier clase de tripartito (cualquiera, no importaba los integrantes), y que, salvo una vez en el País Vasco, siempre negó que el segundo tuviera derecho a gobernar en una autonomía, ahora reclama como victorias (armando el balcón a última hora para celebrar) el quedar segundos y poder realizar la vía andaluza de tripartitos que le aúpen a gobiernos. Hace 4 años ese mismo partido reclamaba sentido de Estado al segundo puesto para que se abstuviera y que ellos gobernaran, hoy dicen que de eso ni se debe hablar.
¿Ese partido ha cambiado ideológicamente para justificar? No, el programa de ese partido sigue teniendo un fuerte carácter presidencialista que concuerda con las peticiones pasadas para dotar de mayorías cualificadas o dar gobiernos a la formación con la mayoría de votos populares sin tener en cuenta la suma total de escaños de cada formación, pero ya dejaron de proponer que gobierne la más votada, ya dejaron de pedir y defender que lo único de «sentido común» es que el segundo dejara gobernar al primero, ya dejaron de hablar, por supuesto, de pacto de perdedores. Se han enrocado en la posición de que si el resto lo hace, ¿por qué no ellos? Bueno, la respuesta es fácil: por coherencia. Pero el poder tira más que la coherencia, así que todo lo que durante años no valía, ahora sí. En realidad, con ese partido siempre se ha resumido todo en: haré lo que me convenga y al resto acusaré de antidemócratas por cualquier cosa que no me convenga.
Si el diseño institucional, electoral, simplemente se basa en «cuánto poder» se pueda obtener dentro del marco del mismo y no responde a cumplir el esquema ideológico de la formación política, lo nos queda son formaciones incoherentes, donde se nos demuestra que los principios del partido están muy por debajo de los intereses cortoplacistas de sus dirigentes, con lo que cualquier traición a dichos principios (y a las bases que los defienden) será habitual.
Sobre la participación en las locales
La participación ha mejorado unas pocas décimas con respecto a los comicios de 2015, habiendo votado 22.981.060 personas (el 65,20%), mientras que prefirieron quedarse en casa otros 12.264.285 llamados a votar (el 34,80%). Los votos nulos y blancos sí han descendido sensiblemente (así, la suma de ambos superaba el 3% y ahora está algo por debajo del 2%).
Un mes antes se votó en las generales, donde el 75,75% ejerció su derecho; normalmente las locales tienen una afluencia menor, pero más de 10 puntos de diferencia en un momento de especial incertidumbre (todos los partidos se movilizaron con fuerza puesto que, más que nunca, ambos resultados están ligados y las alianzas en el Congreso de los Diputados podían modificarse mucho según lo que se pueda pactar en el ámbito local) llama la atención. Muchas plazas estaban en liza como para que, en el fondo, la votación tuviera una participación similar a cuando no había tanto en juego (hace cinco años), con menos agentes relevantes (se acababa de «romper» el bipartidismo, pero lejos de los cinco partidos con peso decisivo que hay ahora). 3,38 millones de personas (más, en realidad, puesto que en las locales hay más gente con derecho a voto que en las generales) prefirieron quedarse en casa entre unas elecciones y las otras. Las generales, en vez de servir como movilizador, se han demostrado desconectadas de la experiencia municipal. Personalmente no lo entiendo (siempre lo he visto al revés, además, que es más lógico movilizarse para las locales que para las generales, en gran medida son cosas muchísimo más cercanas y gente que conoces).
Aún así, teniendo en cuenta la gran diferencia de participación, aprovecharé para hacer algunas comparativas entre el voto en las generales, las locales y, si cabe, las autonómicas.
Sobre la participación en las europeas
Los resultados europeos (en general) tienen su propia entrada. Luego haremos una particular para España. Las elecciones eran simultáneas, esto es, quien iba a la mesa electoral tenía el mismo acceso a unas papeletas que a las otras. Cabe decir que las personas con derecho a voto no coincide ni con las locales ni con las generales.
La participación fue del 22.603.898 (64,30%), muy superior que la de 2014 (45,83%), no porque hubiera un movimiento masivo y toma de consciencia de lo que significa el Parlamento Europeo, sino, simplemente, porque las papeletas estaban una al lado de la otra; aún así, más de 300 mil personas votaron para las locales no lo hicieron para las europeas (es cierto que el censo de las locales es algo más amplio, sobre 100 mil personas más, pero es difícil pensar que esas 100 mil extras que tienen las locales fueron a votar y la diferencia real solo son 200 mil).
Nota: los censos son: locales: 35270492; europeas: 35169399 y generales: 34799107.
Zamora: 4 papeletas distintas
Casi a nivel de anécdota, y antes de ir a los datos de cada una de las elecciones, quiero destacar Zamora: la única capital de provincia donde Izquierda Unida tiene el ayuntamiento con mayoría absoluta. En las locales zamoranas, IU se presentó por separado de Podemos; en estos comicios, la formación izquierdista venció ampliamente con el 48% de los votos (que le da la alcaldía al tener la mayoría absoluta de los concejales); en el 2015 fue el segundo partido con el 29,10% y consiguió el gobierno municipal al pactar con el PSOE.
Un mes antes, solo un mes, la coalición de Unidas Podemos (IU, Podemos, Equo y otras) sacó el 10,37%, colocándose en cuarto lugar (y bajando sensiblemente con respecto a 2016 y ese 18,46% de antaño). A la vez que los zamoramos masivamente votaban por IU a la alcaldía, le daban la espalda a esa misma formación en las otras dos elecciones simultáneas: para las Cortes de Castilla y León, la formación de quien es el alcalde se colocó con el 6,09% (cuarto lugar; Podemos y Equo quedaron sextos, con el 4,67%); mientras que para el Parlamento Europeo, nuevamente una candidatura conjunta entre IU y Podemos (junto con otras formaciones), obtuvo el 9,93% de los votos.
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