Estados Unidos: triunfo demócrata
Una victoria demócrata aún en disputa legal
En Estados Unidos el pasado martes 3 de noviembre se celebraron elecciones generales y muchas locales. Se renovaba parte del Senado y toda la Cámara de Representantes, además de las elecciones presidenciales.
Biden y Harris, del Partido Demócrata, han lanzado un discurso ganador tras superar los 279 votos electorales con lo que matemáticamente ya serían presidente y vicepresidenta respectivamente. Mientras tanto, Trump, el actual presidente y candidato del Partido Republicano, lleva denunciando fraude electoral desde antes de la jornada de votación. Se proclamó vencedor el martes y ha intentado que se pare de contar los votos.
La noche electoral, Trump tenía ventaja en estados como Wisconsin, Michigan, Pensilvania, Carolina del norte, Alaska y Georgia, mientras que Biden iba a la cabeza en Nevada y Arizona. En Florida Trump venció con cierta claridad y apuntaba a que, dado el resultado, podría ser que el candidato republicano repitiera triunfo electoral con menos votos populares, como pasó en 2016 (donde Clinton venció con una considerable diferencia de votos pero perdió donde importa). Comenzó el recuento del voto por correo, que ha subido muchísimo (pandemia mediante) y todo apuntaba a que el voto adelantado era, sobre todo, demócrata. Poco a poco la ventaja de Trump se iba perdiendo, sobre todo en los estados del norte; el presidente pidió que se parara de contar y también que no se contaran las papeletas que llegaban luego de la noche electoral (algunos estados las permiten, siempre y cuando estén enviadas hasta el mismo 3 de noviembre; estas leyes llevan muchas elecciones aplicándose así sin problemas, pero ahora no convenía usarlas, por lo visto). Las protestas en el país salieron.
Poco a poco esos estados han cambiado de color, en algunos por un margen pequeñísimo dieron la victoria a Biden, como Georgia, donde directamente la ley obliga a recuento al estar por debajo de 0,5 puntos. Arizona dio por ganador a Biden pero luego se desdijo (en algunos medios de comunicación sigue apareciendo como un estado ya definido, en otros lo volvieron a cambiar).
Lo cierto es que el candidato republicano exigía que se cuente hasta el último voto en los estados donde Biden iba ganando a la par que pedía parar los conteos donde su ventaja iba disminuyendo. Finalmente, varios estados cambiaron de color: Michigan y Wisconsin como los primeros, Georgia -pendiente de recuento legal- y Pensilvania después; ya con este estado, el más grande de los pendientes, la victoria de Biden era segura. Trump se dedicó a hablar de «votos legales» (los suyos) contra «votos ilegales» (los que le arrebatan la presidencia, no todos los de Biden, solo los contados tras el final del día electoral).
El sistema estadounidense es muy particular, al punto que eligen indirectamente a la persona que ocupará la presidencia mediante voto popular, pudiendo perder por voto popular pero ganar por los «votos de los colegios electorales». Cada Estado, además, tiene sus propias reglas (48 de los 50 dan todos sus votos electorales a la candidatura vencedora, los otros 2 tienen otro sistema). No hay un padrón electoral común ni unas normas de conteo iguales, ni siquiera se vota de la misma manera. Y esto trae problemas como los que se ven en estas elecciones y que ya se han reflejado en todas las anteriores (desde la muy polémica de 2000, al menos, hasta ahora).
Calcular la participación electoral es francamente difícil, lo que existe es una aproximación estadística un poco extraña que se debe, en gran medida, a la inexistencia de un censo electoral automático y con reglas comunes. Aún no se dice nada sobre la participación (en datos), pero todo indica que es la mayor de la historia reciente. Ambos partidos se han movilizado como nunca. Y, junto con esa movilización general, curiosamente, el sistema electoral ha mostrado todas sus costuras y los partidos se mueven incómodos en el mismo.
Trump ha obtenido, por lo menos, 71 millones de votos, ha mejorado considerablemente su resultado de 2016 (donde consiguió casi 63 millones), también en porcentaje, ha pasado del 46,1 % al 47,7 %. Y, de todas formas, vuelve a perder en el voto popular. Eso ni él lo discute, lo que importa son los colegios electorales y la otra vez con su 46 % le bastó para llevarse maś de 300.
Biden, por su lado, se vuelve en el presidente más votado (aunque no con el mayor porcentaje). Ha superado la barrera de los 75 millones (incluso descontando los votos contados tras el cierre de la noche electoral, habría ganado en voto popular por casi 3 millones a Trump, eso no se discute), lo que en este caso representa el 50,6 % del voto popular. En la mayoría de países latinoamericanos, esa sería una victoria en primera vuelta de libro.
En todo caso, ahora la batalla es legal, qué se cuenta y cómo, y quién paga los recuentos (en Estados Unidos todo termina siendo un tema de dinero, Trump ya está pidiendo donaciones para todo esto y ya ha recibido millones). Un sistema electoral que dependa de quién paga qué es un sistema plutocrático en el fondo.
Estas elecciones también tienen una vuelta fuerte al bipartidismo. Suena raro en un país donde solo hay dos candidaturas con posibilidades reales, pero la vez anterior hubo dos listas que superaron el millón de votos, el Partido Libertariano consiguió casi 4,5 millones de votos (3,28 %) y el Partido Verde obtuvo casi 1,46 millones de votos (1,07 %), esta vez el Libertariano (sí, me niego a poner «Libertario») consiguió algo menos de 1,73 millones de votos (1,17 %) y muy lejos el partido Verde, con menos de 0,35 millones de votos (el 0,24 %). Las alternativas a la izquierda del espectro político quedan en un «otros» que suma el 0,25 % de los votos.
¿Y el resto de elecciones? Resultados con sabor un poco amargo para el Partido Demócrata. Por ahora, quedan 25 escaños de la Cámara de Representantes por designarse (de 435), el Partido Demócrata ha conseguido 215 (frente a los 232 que tenía) y el partido Republicano tiene asegurados 195 (de 197 que tenía). Existe la posibilidad de que los republicanos arrebaten la cámara baja a los demócratas, aunque parece que no será así. Queda en un «veremos» y, aunque los demócratas conserven la mayoría absoluta de la cámara, tal vez queden por debajo de las elecciones de 2018 (esta cámara se renueva cada dos años).
En el Senado se elegían solo 35 de sus asientos (un tercio de la cámara), quedan 4 por asignar y por ahora hay empate técnico. En este momento en el Senado habría 48 de cada partido (venimos de 47 asientos azules por 53 rojos), por ahora esa cámara se ha movido poco, a la espera de 4 asientos, el Partido Demócrata ha ganado en 2 estados que estaban ocupados por el Partido Republicano y los republicanos han ganado en 1 estado que tenía representante demócrata, con lo que tenemos un saldo positivo para los demócratas de 1 senador/a. Es posible que la cámara quede bajo el mando republicano.
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